Oscar Adolfo Alvarado.
Recientemente se produjo el asesinato de una joven pareja integrada por un militar y su esposa, tal hecho fue reseñado ampliamente por los medios de comunicación y muy rápidamente los organismos de investigación lograron esclarecerlo. El autor intelectual fue el propio hijo de militar quien había contratado por 400 Mil bolívares a otros jóvenes para cometer el crimen. Así mismo la prensa reseñó la decisión de un tribunal quien sentenció a Diez años de prisión a un adolescente de apenas 15 años cumplidos, autor material e intelectual en el abominable crimen de la cantante de música llanera Elisa Guerrero, en cuya casa trabajaba de doméstica la madre del asesino… estos Dos casos apenas son una muy pequeña porción de siniestros hechos delictivos reseñados a diario por la prensa, donde aparecen involucrados adolescentes o muy jóvenes como autores criminales, quedando muchos hechos más que solo se conocen en los lugares donde suceden.
Este tipo de hechos funestos casi que han adquirido la naturalidad de eventos comunes y parte de la población ni se inmuta cuando algún ciudadano lo comenta o algún medio lo informa, es decir, pareciera que la gente comenzara a acostumbrarse o lo peor aceptarlos estoicamente. En definitiva sería la pérdida de la sensibilidad humana y con tal pérdida los valores humanos echados al basurero, con la consecuente emersión de la anarquía, la violencia y la inseguridad ciudadana.
Otra situación que también aparece con elevadas estadísticas son los embarazos precoces y las enfermedades de transmisión sexual en adolescentes y jóvenes; Dos situaciones que sin lugar a dudas van a incidir en la caracterización y las conductas de nuestras inmediatas generaciones. Así como por otra parte los miles de accidentes en motocicletas está creando una generación inusitada de lisiados que ya comienza a mostrarse terriblemente en barrios urbanos y caseríos campesinos.
Los sociólogos, psicólogos y psiquiatras seguramente tienen mucho campo abierto para sus investigaciones y estudios, así como también muchas serán las conclusiones sobre causas y consecuencias, tanto como numerosas las recomendaciones que sus deducciones derivarán; sin embargo, la mayor de las veces el común de la población sin tener criterios razonables generaliza imputándole exclusivamente el origen de los males a la educación…
Pues bien, es innegable que la buena educación genera muy buenos ciudadanos y la esmerada y excepcional educación debería resultar en excepcionales prohombres, al menos eso es lo que cualquier ser racional estima o tiene por norma y convicción. Pero resulta que toda norma también tiene su excepción, porque en extraordinarias familias han salido y salen uno que otro muérgano que malogra el pundonor familiar. Así que entonces no es correcto imputar todos los trastornos a la educación como tampoco es correcto exonerarla absolutamente de los extravíos. Dejando por cierto muy claro que hacemos referencia a la educación familiar y no al sistema educativo escolarizado, porque este último amerita otro espacio de análisis.
Ahora bien, nuestra sociedad actual, como producto del fenómeno globalizante, está llenándose de muy siniestros ejemplos que hasta no hace mucho tiempo eran insólitos en nuestro país. Realidades como el sicariato colombiano, el pranato mexicano, las maras centroamericanas y la prostitución al modo tailandés, entre otras nefastas prácticas, se han ido posicionando en nuestras comunidades. Ante tales escenarios lo más fácil para los insensatos es hacer responsable a los demás y hacer lo que dicen del Prefecto de Judea, Poncio Pilatos, en la acusación a Jesús… lavarse las manos. Empero de nada sirve lavarse el final de las extremidades si el resto del cuerpo continúa sin higiene.
Si bien las autoridades tienen la fuerza de las leyes y la atribución para el uso de la violencia potencialmente mortal cuando se desbordan las primeras, no menos cierto es que en nuestras familias residen los mejores métodos para evitar, entre nuestros descendientes, la propagación de los siniestros ejemplos que a diario suceden. Si de la firmeza de nuestros antecesores aprendimos las buenas conductas, debemos entonces seguir la buena senda y advertir a los sucesores que son los buenos ejemplos el sendero por donde deben transitar.
Un bachaquero, por ejemplo; está enseñándoles a sus hijos que el robo es un modo de vida natural y aceptable, por tanto, si cuando el muchacho llegue a adulto asesina un familiar u otro fulano para robar, el culpable primigenio está en quien mostró el primer ejemplo y el muchacho sencillamente lo “superó”. Así mismo cuando un funcionario de seguridad pública prevalido de su uniforme y armamento practica el bachaqueo para supuestamente compensar un sueldo insuficiente, no se diferencia en absolutamente nada del ladrón-drogadicto que asalta a mano armada para obtener los recursos con los cuales adquirir la materia prima que permitan satisfacer su adicción psicotrópica.
En consecuencia, desde la madre, abuela o tía que por creerse amorosa, ante una falta o desviación conductual del niño lo alcahuetea y confronta airadamente al padre, abuelo o tío severo que lo castiga, estarán sumando uno a uno los malos ejemplos que se instalaran en el hipotálamo cerebral del futuro adulto, de la misma forma como la gallina “grano a grano llena su buche”. Con la diferencia que la Gallina termina en un suculento y beneficioso sancocho, mientras que el adulto malhechor, aparte de los males que causa a la ciudadanía, tarde o temprano, finaliza en la cárcel o el cementerio.
Santa Rosa, Biruaca, 05/05/2016. desiderátum_apure@yahoo.com
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